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El tamaño de la economía oceánica mundial se estimó en 1.5 billones de dólares en 2010, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, la organización estima un crecimiento de hasta 3 billones en 2030, según cálculos previos a la pandemia de Covid-19. Sin embargo, la salud oceánica se encuentra amenazada por factores antropogénicos y el cambio climático, por lo que especialistas señalan la necesidad de una economía oceánica sostenible. En un estudio reciente, investigadores hablan de la necesidad de un un esfuerzo de regulación similar al Acuerdo de París para conseguir este objetivo.
Según la investigación publicada en la revista Nature Communications, un océano saludable requiere de una economía oceánica sostenible, que a su vez requiere de vehículos de financiación adecuados. Esto para generar, invertir, alinear y contabilizar el capital financiero requerido para una salud y una gobernanza oceánicas sostenibles. De esta forma, un compromiso y una regulación internacional, al estilo del Acuerdo de París, beneficiaría a la sociedad y a las empresas tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Esto incluye a todas las industrias oceánicas, como la pesca, el transporte marítimo, la generación de energía renovable, los bienes y servicios de los ecosistemas y la protección costera.
No obstante, la brecha financiera actual es grande y existen diversas barreras clave para el financiamiento de una economía oceánica sostenible. Las cuatro principales barreras que identifica el estudio incluyen un entorno de poca atracción para el financiamiento oceánico sostenible. También una inversión privada y pública insuficiente, por la falta de proyectos de inversión de alta calidad, con un tamaño de operación adecuado y relaciones de riesgo-rendimiento para igualar el capital disponible.
Tercero en la lista para alcanzar una economía oceánica sostenible se encuentra la capacidad limitada de las personas para visualizar y desarrollar proyectos atractivos para los inversores. Finalmente, el perfil de riesgo relativo más alto de las inversiones oceánicas, donde no existe un entorno propicio para los seguros y la mitigación de riesgos, es también un impedimento actual.
De acuerdo con los investigadores, los gobiernos y las instituciones públicas pueden ser un buen punto de partida para cerrar esta brecha. Con esto se conseguiría incentivar a las instituciones financieras a invertir y llevaría al desarrollo de un entorno propicio con actores del sector privado interesados en fomentar empresas ecológicas para una economía oceánica sostenible. La necesidad de una financiación adecuada para garantizar una economía oceánica sostenible es tal que podría necesitar de un esfuerzo al estilo del Acuerdo de París para satisfacer estas necesidades, aseguran.
Una regulación internacional que abogue por una economía oceánica sostenible podría tener un impacto significativo para combatir el calentamiento global. Según un estudio, las pesquerías oceánicas han liberado al menos 730 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono a la atmósfera desde 1950. En 2014 se emitió un estimado de 20.4 toneladas métricas de dióxido de carbono, el equivalente a las emisiones anuales de 4.5 millones de automóviles, asegura el estudio.
También se habla de la necesidad de encontrar nuevas actividades económicas sostenibles en el océano y el Foro Económico Mundial ve en el cultivo de algas marinas una oportunidad para las startups. De acuerdo a la organización, el cultivo de algas marinas cobra especial importancia para los emprendedores debido a su uso contra la contaminación marina y como biocombustible.
Conforme se agudizan los efectos negativos del calentamiento global se hace más evidente la necesidad de favorecer las actividades económicas sostenibles. En cuanto a la actividad económica de los mares, existe una necesidad imperante de proveer financiamiento y establecer una regulación internacional que busque una economía oceánica sostenible. De esta forma puede asegurarse la extracción responsable de los recursos naturales del mar y combatir el cambio climático entre otras repercusiones negativas.