Según estimaciones mundiales publicadas recientemente, más de la cuarta parte de los menores de 5 años sufre retraso del crecimiento, y por tanto tiene un mayor riesgo de muerte y de padecer otros efectos adversos a lo largo de la vida (1-3).
Se sabe que el zinc desempeña un papel fundamental en procesos biológicos como el crecimiento, la diferenciación y el metabolismo celular (4,5), y que la carencia de este micronutriente restringe el crecimiento infantil y disminuye la resistencia a las infecciones, lo que contribuye de manera importante a la morbilidad y la mortalidad en los niños pequeños (6-8).
Si bien no es frecuente que en el ser humano se produzca un déficit grave de zinc, sí que puede darse una carencia leve o moderada, en especial en poblaciones con un consumo bajo de alimentos de origen animal ricos en zinc y un consumo elevado de alimentos ricos en fitatos, que inhiben la absorción del zinc (9).
La carencia leve a moderada puede ser difícil de diagnosticar, ya que los signos y síntomas, como una mayor susceptibilidad a las infecciones y el retraso del crecimiento, son comunes a otras carencias de nutrientes y enfermedades prevalentes de la infancia (7,8).
A pesar de que existen algunos resultados incongruentes (debido posiblemente a la dificultad de medir la dotación de zinc), los metanálisis de estudios de intervención realizados en diversos países han demostrado que existe una relación positiva entre la administración de suplementos de zinc y el crecimiento lineal en niños (8,10).
Los análisis de uno de los estudios indican que una dosis diaria de 10 mg de zinc durante 24 semanas llevaron a una ganancia neta de 0,37 (± 0,25) cm de altura en los niños que recibieron suplementos de zinc, en comparación con quienes no los recibieron (10).
Además, parece que los suplementos de zinc pueden tener un mayor efecto en el crecimiento de los niños con retraso del crecimiento que en el de los niños normales (5,10). Los suplementos de zinc muestran un mayor efecto en el crecimiento lineal cuando se administran aisladamente que cuando se administran junto con hierro, posiblemente por la interferencia con la absorción o la biodisponibilidad del zinc (10).
Debido a ello, asegurar el efecto de los suplementos de zinc en países en los que se aplican programas de administración de suplementos de hierro y ácido fólico puede resultar más difícil.
Aunque los suplementos de zinc se consideran seguros (8,10) y se han recomendado como una intervención eficaz para reducir la morbilidad asociada con la diarrea y las infecciones de las vías respiratorias inferiores en niños pequeños (8,12) las posibles necesidades de administración diaria de suplementos de zinc plantean una serie de retos programáticos. Las principales limitaciones operativas a la administración adecuada de estos suplementos son
la adquisición y distribución de suplementos durante un período dilatado de tiempo, el acceso limitado y la escasa utilización de los servicios de salud por parte de la población destinataria, una formación y motivación inadecuada del personal sanitario de primera línea, el asesoramiento inadecuado de los destinatarios o sus cuidadores,y la baja adhesión de los beneficiarios previstos (8,11).
En los países en que se sabe que existe una carencia generalizada de zinc y un alto nivel de niños con retraso del crecimiento, la administración preventiva de suplementos de zinc tiene un pequeño, aunque importante, efecto positivo sobre el crecimiento lineal. Los efectos limitados de la administración de suplementos de zinc sugieren que una intervención de este tipo debe formar parte de un esfuerzo más amplio dirigido a mejorar el estado nutricional general de los niños, especialmente durante los dos primeros años de vida (3,8,9,13).
Las intervenciones que promueven la lactancia exclusivamente materna y una alimentación complementaria adecuada, junto con la administración de suplementos de micronutrientes y el enriquecimiento de los alimentos, pueden reducir el riesgo de retraso del crecimiento y previsiblemente aportarán un beneficio nutricional importante a los niños pequeños (3,14).
Retomada del sitio de la Organización Mundial de la salud