Algunos lo vestirán de éxito, con el traje de la primera final de la Liga de Campeones de la historia del club, pero la derrota contra el Bayern de Múnich esconde un fracaso: el de un proyecto que no logra el objetivo buscado.
Nueve años después del desembarco de los propietarios cataríes a orillas del Sena, el proyecto más multimillonario del fútbol actual vuelve a toparse con la competición que ansía, la única que importa a ojos de sus líderes.
Todo un club construido para ganar la Liga de Campeones se quedó a las puertas de conseguirlo, más cerca que nunca pero tan lejos como siempre.
Lo menos que se puede decir es que el plazo de cinco años impuesto por Doha para conquistar Europa tendrá que esperar, al menos, el doble.
Y eso, pese a que ningún otro club encarna mejor la política del petrodolar, con los dos jugadores más caros de todos los tiempos, Neymar y Mbappé, y una plantilla multimillonaria.
El PSG, el club creado para desafiar la jerarquía del fútbol europeo, volvió a toparse con uno de sus más longevos defensores, como antes lo hizo en tres ocasiones con el Barcelona, en una contra el Real Madrid y otra contra el Manchester United.
Medio siglo después de la fundación del club, el proyecto catarí pensado para catapultarlo a una nueva dimensión tendrá que seguir esperando, a riesgo de que el oleoducto de millones agote sus reservas.
El modelo acumula un nuevo varapalo, agridulce, porque cae más alto que nunca y porque cae más cerca que nunca del objetivo.
La final de Lisboa integrará la nómina de sinsabores, junto a la “remontada” del Barcelona en 2016 o los sucesivos fracasos ante otros grandes del continente.
El proyecto, que hasta ahora no había superado los cuartos de final, aprovechó la edición más especial de la Liga de Campeones, acortada en su tramo final por la pandemia de coronavirus, para alzarse hasta la final. Pero le faltó remachar.
A cada fracaso, el club agregaba nuevos fichajes. Tras la “remontada”, elevó el listón de la inversión gastando 222 millones para fichar a Neymar y otros 180 millones para hacerse con Kylian Mbappé.
El primero acaba la temporada con lágrimas tras haber tenido al club en ascuas durante todo el pasado verano, cuando reclamó regresar al Barcelona.
En su mejor versión, Neymar ha hecho olvidar a la afición sus deslealtades y las pancartas que reclamaban su salida por la puerta trasera. Pero le ha faltado el título.
Mbappé, mucho más moderado en su discurso, se ha quedado a las puertas de agregar, con solo 21 años, la Liga de Campeones al Mundial que ganó en 2018. El francés tiene mucho tiempo por delante para escribir su leyenda, pero tras esta derrota se interrogará si París es el mejor lugar para hacerlo.
El bloqueo mental del club en las rondas finales de la competición se diluyó este año en un formato de fase final, con el equipo concentrado en Lisboa y ajeno a ruidos externos. Una configuración que aisló a la plantilla y les permitió sacar todo su talento sin despistes psicológicos.
Pero los fantasmas regresaron en la final y acabaron por apartar al equipo del triunfo.
Llegar al último escalón, sin embargo, refrenda al técnico germano, Thomas Tuchel, que llegó por sorpresa a uno de los banquillos más cotizados de Europa y con su discurso de moderación y trabajo ha sabido poner el talento individual al servicio de una misión colectiva.
El germano es el quinto técnico de la era catarí, que ha ido simbolizando en el banquillo sus ansias de triunfo. Antoine Kambouaré, que tenía al equipo líder cuando compraron el club, no era suficientemente prestigioso, por lo que fue sustituido por el italiano Carlo Ancelotti, que acabó perdiendo aquel campeonato.
Seducido por el Real Madrid, el transalpino fue sustituido por el francés Laurent Blanc, que se estrelló en europa en cuartos de final en sus tres temporadas.
Los primeros años estuvieron marcados por la sombra de Zlatan Ibrahimovic, la primera gran estrella del proyecto. El sueco impregnó todo el club, que durante cuatro temporadas fue creciendo al ritmo de su emblemático delantero.
El encargado de marcar una nueva era fue el español Unai Emery, que venía con la vitola de los triunfos en la Copa de la UEFA logrados con el Sevilla, pero tampoco dio la patina victoriosa que buscaban los propietarios cataríes, que solo le conservaron dos temporadas.
La segunda de ellas, el club cambió de dimensión con la llegada de Neymar y Mbappé, pero tampoco superó los octavos de final de la Liga de Campeones, lo que acabó por suponer su sentencia.
Pero Emery perdió contra el Barça y el Madrid, sin que el club diera signos de haber progresado, por lo que se marchó un año antes de que acabara su contrato de tres temporadas.