Seguramente habrá oído o leído algo sobre Ómicron en las noticias de los últimos días.
La decimoquinta letra del alfabeto griego es el nombre no estigmatizador de la nueva variante de COVID-19 identificada por los científicos en Sudáfrica, que una vez más amenaza con poner a la humanidad bajo el temor y la cautela… ¡Y también hacer que las películas de antaño sean tendencia!
¿Recuerdas cuando la primera ola de coronavirus golpeó el mundo e hizo que los cinéfilos vieran películas sobre pandemias similares? En ese momento, Contagión de Steven Soderbergh estaba en la parte superior de casi todas las listas de tendencias, ya que la pandemia viral que explora en su narrativa ficticia tenía casi los mismos síntomas graves que el coronavirus.
Ahora, con la nueva variante amenazando con cerrar fronteras nuevamente al marcar el comienzo de una nueva ola, una película de 1963 se está convirtiendo en un tema de discusión entre la casualidad y la conspiranoia por llevar literalmente el mismo nombre que la cepa sudafricana: Ómicron.
Sin embargo, a diferencia de Contagión, la película italiana no tiene nada que ver con una pandemia. Su premisa trata sobre un extraterrestre que se apodera del cuerpo de un trabajador de una fábrica, para que pueda entender cómo funciona nuestra raza y así transmitir sus hallazgos a su gente al apoderarse de nuestro planeta.
Fue escrita y dirigida por Ugo Gregoretti, y protagonizada por Renato Salvatori y Rosemary Dexter (en su debut cinematográfico) como protagonista; y aunque pertenece al mismo género que la dirigida por Soderbergh —la ciencia ficción—, tuvo un tratamiento desenfadado y fue de naturaleza más política (esto último algo que, empero, le cabría de igual manera a Contagión).